El tango, un baile clásico argentino

El tango es terapia sentimental. Hay parejas que hacen las paces con las mejillas. Otros que se redescubren entre las piernas. Unas buscan entenderse con las manos. Hay quienes persiguen una oportunidad dando un nuevo paso. Algunos quieren probar la terapia. “Va, ¿bailamos?”, dice una chica a su novio. “No, no…”, hace con la cabeza él. “¿Por qué?”, se enfada ella. Minutos de exilio de caras. Y él vuelve a mirarla: sí. Se reencuentran en la pista, Así se Baila. Mientras llega el humo de parrillada de carne argentina de un lugar de comidas al aire libre. Mientras humo y aire bailan confundidos: “Son cosas olvidadas, esos viejos amores y al evocar tiempos mejores se van nublando nuestras miradas”.

Bailar tango es sentirse latino

Suena: “Después de mucho… mucho tiempo, recién ahora vuelvo a hablarte. ¡Qué sensación al escucharte, parece que fue ayer! Ya ve, estoy mucho más viejo y vos igual a aquellos días que tanto me querías. Ya nada queda. ¡Todo se fue!”. Un chico y una chica miran la pareja que da tumbos como una peonza nostálgica. También ven que la copa se vacía. Todo marcha. “El tango es un sentimiento triste que se baila”, dice Jonathan Saavedra. Al lado, risueña, su pareja: Clarisa Aragón. Campeones de “Tango Buenos Aires Festival”. Y Buenos Aires es la ciudad invitada a la Mercè. Hay circo, música, artistas… Y tango en vena. Jonathan y Clarisa enseñan a bailar a quien quiera. La Ciutadella es un tangómetro.

Todo el mundo se pone como un ejército. “1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8”, trotan sobre ellos mismos. Solitarios. Como si se despidieran de la persona querida. En marcha: “Izquierda, derecha…” Pasas con sentimiento. “El tango es pasional, es romántico y triste a la vez”, sentencia de Jonathan. Y ahora el reencuentro. A buscar la pareja. “Complicado, hay muchas mujeres!”, dice Clarisa. Primera lección sentimental de la terapia bailaora: hay quienes se quedan sin pareja. Caras de tango. Superémoslo. Y alguno busca la copa olvidada.

Emparejados. Orden: abrazaos. “El abrazo tanguero es un sentimiento. Pensar en la novia que no veo en cinco años y hay una explosión”, remueve él. “Es un abrazo de verdad”, afirma ella. Todo el mundo se abraza como si fueran Teletubbies. “¡Abrázame!”, dice una chica a su pareja. Y él no sabe cómo hacerlo. “¡Abrázame!” y el chico se pone en modo brazos boomerang. Y bailan. Con un baile que es una guerra de sexos. Mejilla contra mejilla. Miradas perdidas. Rodillas que disparan coces imaginarias. Piernas como anclas que buscan un puerto compartido. Una Ciutadella de peonzas emocionales que se alejan y se acercan. Pero siempre “lindos”. Siempre como pájaros flamencos. Altivos. Elegantes. Gestionando la tristeza, el amor, el adiós, el reencuentro a cada paso.

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